Lluvia de gotas que crujen
como aceite hirviente.
Lluvia de truenos que rugen,
manto impenitente.
Lluvia en ocasiones dorada,
lamiendo viejos vicios.
Lluvia, eterna sacerdotisa
que sin confesión ni misa
pureza de los lirios.
Lluvia suave o tormenta,
sobrada de compasión
sin propósito de enmienda,
amiga extraña, a ratos cruel,
que igual acaricia que destruye.
Sutil y rotunda, cambiante mujer
Lluvia que dentro me fluye…
Dama que a sus gotas prostituye
con humilde tierra y mar altivo,
tesoro dentro de una nube,
anhelo de todo lo vivo…
Lluéveme, amiga, dulcemente
en el lugar que yo amé
en los cabellos de mi gente.
Deja que a mi amor consuele
con beso húmedo en la frente…
Lluvia eterna, que no nace ni muere.